La adolescencia marca la transición entre la infancia y la edad adulta. Inicia con la pubertad, etapa biológica en la que se da el proceso de maduración sexual-maduración de los sistemas reproductores, la capacidad física de reproducción, y la aparición de las características sexuales secundarias, es decir, cambia la arquitectura cosmética de los cuerpos.
La pubertad es un proceso de adaptación psicológica y social en la que niñas y niños realizan ajustes emocionales, afectivos y de reconocimiento de un cuerpo cambiante que les puede parece ajeno ya que desconocen su nueva estructura y funcionamiento. Se muestran confundidos entre saberse y sentirse niños o jóvenes; a propósito de esto surgen preguntas tales como: ¿Quién soy? ¿Cómo soy? ¿Qué hago con lo que siento? Esto además, se verá complejizado con la atracción de otros cuerpos. Aflora el deseo sexual que activa los sentidos, moviliza los pensamientos, cosquillea el estómago, los genitales y les hace temblar todo el cuerpo. Su sexualidad se manifestará a través de su sentir, actuar, vestir, pensar y diversas prácticas sexuales.
Ciertamente las y los jóvenes reciben de manera constante mensajes contradictorios sobre la edad apropiada para empezar a tener relaciones sexuales. Desde la familia, la religión, la sociedad y nuestro entorno se puede tener diferentes visiones acerca del comienzo de la vida sexual. Algunos piensan que debe iniciarse empezando la edad adulta o que debería ser después del matrimonio; mientras que las amistades, la televisión y la publicidad nos bombardean con mensajes de un inicio más temprano. Padres y madres también pueden incidir en las presiones sociales a las que son sometidos los niños y niñas, y a través del diálogo debe asegurarse de transmitirle a sus hijos o hijas que no se deben sentir presionados por su entorno social o amistades para iniciarse sexualmente. Explíqueles que no existe una edad idónea para empezar a tener relaciones sexuales, porque depende de muchos factores: religiosos, sociales, culturales, educativos, morales, que influyen sobre cada quien de manera distinta. Lo más importante es considerar que la decisión de tener relaciones sexuales es personal, que debe ser tomada sin presiones externas y cuando se tenga conocimiento claro sobre nuestro cuerpo, sus reacciones, lo que nos resulta saludable, placentero y lo que esperamos de una relación; así como las expectativas de un encuentro sexual.